Los muros cantan “Aquí vivía un refugiado”
y lejos donde el sol corretea la tarde
cae la luz sobre las calles. Como ayeres,
la promesa de la noche se hace roja.
Un muchacho, entre casas, besa a los suyos
con muros, sus ecos se hacen tiempo.
Viejos derrumbes preceden sus abrazos.
Tras la montaña, susurros suaves de árboles,
los que sobrevivieron. El mar de olores
esconde, tímido, olas de berenjena.
Son estas palabras de tabiques trasparentes
historia de andadores. Refugiado,
habítame las manos y las sienes.
Cántame los muros, las vallas, las paredes.
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