No pensaba participar en el hashtag de #MiPrimerAcoso. Comencé a leer las experiencias en tuiter y feisbuk y pensé que lo que yo tuviera que decir era totalmente irrelevante frente a los valientes testimonios de otras mujeres. Pero a dos días de haber comenzado la lectura del #MiPrimerAcoso me quiero arrancar los ojos. Estoy impactada de lo que he leído viniendo de mujeres de todas edades, de todos lugares, tan cercanas a mí, algunas cosas impensables.
Como cualquier mujer mexicana, estoy más que acostumbrada al acoso. Sé lo que es caminar a media noche por el centro de la ciudad de México, en vestido y tacones después de un día largo de trabajo, y tener que tomar un taxi. Llegar a centrales de autobús en provincia y ser abordada por grupos de hombres para “llevarme” a mi casa. Tener que pedir a mi papá que me recogiera de aquí o allá para evitar zonas peligrosas… teniendo más de veinte años. Hacer malabares para evitar que colegas y jefes se la pasen tocándome, abrazándome o negarme a participar en el insípido arte de dejarte “alburear”. Todas esas cosas que sabemos que suceden.
Pero leer que la mayoría de las mujeres acosadas sufrieron algún incidente en la infancia, en lugares públicos, por hombres de sus propias casas… simplemente me sobrepasa.
Tenemos miedo a ser violadas.
Las mujeres en México vivimos en el eterno miedo a ser violadas. Hacemos cosas para minimizar ese riesgo porque vivimos en un país donde el nivel de impunidad es aplastante, donde las mujeres somos objetos desechables y prescindibles. Quienes conocen México y quienes hemos vivido en el país sabemos esto y lo asumimos como normal.
Aún así, la experiencia también me ha enseñado que el acoso y el abuso se viven en todas partes, en todos los países -aún los que creemos que están más allá de eso- y que la normalización de esa violencia se magnifica cuando se vive en silencio.
Tomemos el caso de Finlandia. Finlandia es uno de los países más desarrollados del mundo, con alto nivel de democracia y educación. Sin embargo, en los últimos años el país nórdico mantiene uno de los porcentajes más altos de violencia doméstica en la Unión Europea.
De acuerdo a un estudio llevado a cabo por la socióloga Johanna Kantola, más del 40% de mujeres en Finlandia han sufrido violencia física o sexual. El detalle que agrava este fenómeno -que por sí sólo es alarmante- es que las mujeres no denuncian las agresiones contra ellas. El silencio hace muy dificil ver la magnitud del problema y darle solución, en un Estado perfectamente funcional.
Ahora, en Estados fallidos como lo es México, el silencio multiplica los ataques, la impunidad y la doble victimización de las mujeres cuando el estado las responsabiliza por los ataque en su contra al tener un sistema que no puede brindar justicia de manera eficiente.
El silencio está en todas partes
Hace dos años denuncié a un fotógrafo que acosaba a mujeres reporteras por internet y por teléfono. Cuando lo hizo conmigo corté contacto inmediatamente y no volví a hablar del asunto. Sin embargo, de cuando en cuando volvía a escuchar sobre incidentes con otras chicas en el ambiente de periodista extranjeros en Israel y Palestina. Cada vez había más mujeres que se advertían unas a otras del tal Brian.
En uno de esos incidentes, cuando una corresponsal alemana me llamó llorando para decirme lo que le había sucedido con el fotógrafo, decidí que era suficiente y alguien debía hacer algo. Yo debía hacer algo. Me tomó muchos días tomar la decisión de hacer una denuncia pero me daba miedo pensar que la siguiente vez que supiera algo de Brian iba a ser por un ataque físico o algo similar. No me lo hubiera podido perdonar.
Redacté un correo para el encargado de la Oficina de Prensa del Gobierno de Israel (oficina encargada de la prensa internacional) en el que explicaba lo que había sucedido y haciendo una denuncia. Al final del correo al encargado le pedía -casi rogaba- que mi denuncia se mantuviera anónima. El encargado me respondió que esas denuncias son muy serias en Israel y que haría lo necesario para seguir el caso, y después me preguntaba porqué deseaba mantener la denuncia anónima.
Para mi vergüenza, mi respuesta fue “Porque entre periodistas las mujeres que se quejan de los hombres son condenadas al ostracismo.”
#MiPrimerAcoso es sólo el primer paso
El silencio no es fortuito, no responde a lo desarrollado de los países o lo salvajes que decidamos ser como humanos. El silencio ante la injusticia sólo fortalece las relaciones verticales, a los que tienen mucho poder contra los que tienen poco o nada.
Mientras insistamos en mantenernos callados y no cuestionar a los poderosos, dondequiera que los encontremos, la cultura del abuso en todas sus ramificaciones continuará siendo una parte aplastante de nuestras vidas.
No callar es sólo el primer paso, y uno de los más valientes, porque supone romper con lo que nos han enseñado u obligado a hacer, lo que nos han dicho que es bueno o es mejor para no alterar las relaciones existentes.
El siguiente paso es exigir cambios, demandar cambios, gritar hasta que se haga justicia.
Publicado en Revolucion 3.0- http://revoluciontrespuntocero.com/miprimeracoso-es-solo-el-primer-paso/